Apertura de las IV Jornadas Nacionales y I Latinoamericanas

Para ilustrar mejor la propuesta del Grupo de Trabajo Hacer la Historia, transcribimos a continuación la exposición de su directora en la Apertura de las IV Jornadas Nacionales y I Latinoamericanas (Rosario, octubre 2000), en el contexto de plena vigencia de las prerrogativas neoliberales, situación de la que, ampliamente, dan cuenta estas palabras.




¿Por qué estas Jornadas?”

A contraviento de los discursos que evitan que entren en las aulas universitarias los problemas de la sociedad incluyendo los problemas políticos, estas Jornadas se definen por un objetivo político que queremos que ustedes conozcan desde el comienzo.

(…)

El objetivo que aquí volvemos a expresar es reflexionar acerca de darle un sentido histórico a nuestro paso por la universidad, como docentes y como estudiantes. Un sentido histórico que se apoye en el ya importante trabajo académico consciente por alcanzar el máximo nivel de capacitación profesional, científica, técnica. Que lo trascienda y que vaya dirigido a penetrar hasta los mecanismos de la sociedad, que permitan descubrir dónde tocar, sobre qué actuar para que se destraben las formas que mantienen una sociedad sobre bases injustas, a tal punto que resulta despiadada y cruel, que produce la mayor barbarie como producto de la ‘civilización’.

Desde que comenzamos con la cátedra en 1984 nos ha movido una preocupación central: la coherencia entre lo que pensamos, lo que decimos y lo que hacemos. Pero... ¿cómo concretarlo cuando todo pareciera apuntar a lo contrario? Buscamos la verdad a través de los aportes de la ciencia, cuando todo el discurso oficial escamotea, tergiversa y niega que se pueda conocer y que haya ciencia de lo social.

Buscamos desde la cátedra conocer la realidad para transformarla, pues no aceptamos la frase ya instalada que ‘basta de utopías; que aquello de los 60-70 era un sueño; que soñar sobre la posibilidad de una sociedad mejor es retrógrado, es conservador, o por lo menos romántico o bucólico’. Nosotros seguimos soñando para concretar las posibilidades que estamos seguros se abren aún en esta sociedad que se pudre día a día ante el estupor y el dolor de multitudes. Como estamos convencidos que los sueños y deseos son parte de la esencia del ‘bicho’ humano, no aceptamos que a nuestros jóvenes les quiten también las esperanzas y la imaginación. Y tratamos de que nuestros alumnos sueñen, que deseen una vida mejor, para sí pero que se vean portadores de la historia de la humanidad y capaces de meterse en ella para dejar su marca. Queremos llevarlos a pensar en grande, a tener una visión planetaria. Queremos recuperar la solidaridad, que desde nuestro ámbito de universitarios la entendemos como la capacidad de poner la ciencia y los productos del conocimiento al servicio de la sociedad. Y no al mejor comprador, no como un lujo o para uso de pocos, no para las demandas del dios mercado. Estamos seguros que recuperar estos valores para nuestros jóvenes de hoy es una de las mejores experiencias de optimismo y fuerza que podemos dejarles quienes venimos de otros momentos de la historia, donde supimos soñar y ser coherentes con los sueños. Hoy a eso lo tapan, lo niegan quienes perdieron la coherencia y la confianza, con una frase petulante y dicha con cara de menosprecio y de entendidos: ‘antes se tenían certezas’, como crítica velada a la posibilidad de hacer ciencia de lo social, como si con una frase pudiera explicarse tanta historia emprendida y todavía frustrada.

Es cierto que ahora advertimos que necesitamos más ciencia y que no bastan los sueños y la voluntad para hacer una realidad mejor. Y en este haz de conocimientos que se necesita, es imprescindible conocer la marcha de lo social, los múltiples y complejos paralelogramos de fuerza que se cruzan y entrecruzan en el proceso de las sociedades humanas, esos intereses de clases objetivamente enfrentadas, choques mediados o tapados con muchísimas intermediaciones. Pero choques de clases al fin.

Los pocos dueños del poder para sostenerlo y aumentarlo no pueden soñar. Ellos no tienen utopías, ellos sólo quieren aferrarse con uñas y dientes al mecanismo que les permita succionar riqueza que producen otros. Y para hacerlo mejor, para ganar las guerras financieras contratan a científicos mercenarios, técnicos y represores que les hagan el trabajo sucio y les den letra para trazar políticas para sus intereses.

Su meta es mantener sus privilegios a cualquier coste, sus aspiraciones son quedarse con los pocos lugares de la tierra todavía fértil, con los pocos cauces de agua sin contaminar, con todo lo mejor para muy pocos. Su mirada corta, sin historia, sin siquiera pensar en sus propios descendientes biológicos, dan la pauta de lo más adaptado a los valores inhumanos que esta sociedad capitalista ha producido en su máximo momento de decrepitud. Mientras quieren mostrarse dueños de la historia, están dejando millones de hambrientos y pisoteados, masacrados por lo que llaman neoliberalismo, por una trama de la historia de la cual la humanidad un día podrá acordarse con vergüenza.

Es que la humanidad llegó hasta acá y todavía no ha encontrado la capacidad para superar la etapa de crisis total y dar forma a lo nuevo que se necesita y que paulatinamente ha ido apareciendo, poder atar en un solo haz toda la fuerza que brota todavía diseminada pero que potencialmente está en condiciones de dar un revés a esta historia.

Nos toca vivir una etapa difícil. Estamos frente al máximo desafío de la humanidad conocida hasta ahora: se trata de la mayor tarea de los hombres por la historia de sí mismos. Mientras todo pareciera negar que se pueda hacer política con ciencia, es más necesario que nunca poner cabeza científica para descubrir los problemas, para formularlos y para resolverlos desde una visión planetaria humanitaria.

Queremos que a las Universidades entren los problemas de la sociedad no de manera acrítica o espontánea, no que se queden en los pasillos como denuncias o que sean el contenido de enfrentamientos partidistas. La universidad (los universitarios) debe ir a buscar los problemas para pasarlos por sus análisis. La universidad también es un lugar donde confluyen intereses de clase diferentes y antagónicos. Pensamos que de las Universidades debieran salir los conocimientos productos del debate, de la puesta en claro de los diferentes puntos de vista, de los intereses sociales que defienden o atacan, que estimulen que den la batalla contra los dogmas, contra los errores, contra las supercherías y los puntos todavía oscuros que atemorizan y paralizan y que muchas veces son usados como chantaje contra el pueblo. Que sea luz, que ayude a poner en claro, que sitúe en el espacio y en el tiempo a cada generación en relación con los procesos que se están viviendo. Y no sólo a los de las carreras de humanidades.

La universidad, pensamos, no ha abordado como institución el papel social que debe cumplir. Se aísla del medio, estudia en gran medida en función de intereses académicos o corporativos o más veces, por intereses individuales que se colocan acrítica e irreflexivamente a la cola de modas y demandas del mercado.

Con este planteo del GRUPO DE TRABAJO HACER LA HISTORIA hemos logrado mantenernos vivos y activos. Nos ayuda a mantener esta tensión constante en el quehacer universitario cotidiano el ver que los estudiantes que llegan año a año están buscando abrir puertas de una sociedad que ya saben que está cerrada para casi todos. Estudiantes que ya traen las experiencias de explotación, de injusticia, de degradación de las instituciones de la democracia, de limitación de mejores condiciones de vida. Pero traen sueños, traen ganas y pensamos en qué medida, nosotros los intelectuales, con ese hálito de derrotismo y decepción por los caminos perdidos, se los tronchamos.

Nos cuesta mucho seguir consecuentes con este pensamiento. Sufrimos las injusticias que se cometen, políticas que enfrentan a los que habría que unir, políticas que no alcanzan a ver que hay grupos financieros transnacionales y camarillas que los representan que reparten poderes y desarrollan esa microfísica del poder que da fuerzas para enfrentar a los pares, para agudizar competitividades, para cortar alas cuando hay una idea nueva, porque una idea nueva es vista como peligrosa por quienes quieren mantener sillones y status quo.

Nos cuesta pero estamos convencidos que es un campo de batalla, donde se llega a escuchar el ruido del choque de las ideas adentro de nuestras cabezas y de la de los estudiantes, cuando logramos correr cortinas de silencio, murallas de olvido, barrer teorías del nunca sueños –nunca, certezas- nunca más pensar ni querer cambiar nada.

Nos cuesta pero nos mueve un profundo sentimiento de formar parte de las víctimas de una sociedad que tritura y desarrolla lo más propio de la especie humana en un juego perverso que lleva a enfrentarnos unos contra otros, por trepar por angostos desfiladeros donde no hay lugar para más de uno y de donde caen empujados por sus pares. Pero pudimos convencernos porque disponemos de teoría que sostiene que la realidad no es monolítica, que hay contradicciones, que hay que encontrarlas y que junto con esa podredumbre están las posibilidades de barrer con un viento fuerte esas certezas que sí tiene la clase dominante de que esto que conciben como “fin de la historia” llegó para quedarse.

Es cierto, todavía no hemos podido descubrir lo posible, los caminos de acción, la clave que permita dar el paso decisivo para hacer fuerza de lo social, pero nos alienta saber y habernos decidido a aportar en esa dirección. El desafío es cómo hacer la historia, cómo revolucionar este orden caduco que necesita ser removido a partir de las posibilidades que abrió en su desarrollo.

Estas Cuartas Jornadas Nacionales y Primeras Latinoamericanas, son una continuidad del taller ‘En defensa de la Universidad Pública contra el neoliberalismo’ que se realizó en Managua, Nicaragua en febrero pasado. Hoy contamos con varios participantes de aquel taller que están entre nosotros. No son Jornadas para tratar solamente temas corporativos de los universitarios. Son una mirada de los universitarios desde nuestra trinchera social, qué podemos hacer y decir ante los problemas sociales aquellos universitarios que no estamos comprometidos con el orden existente y que seguimos apostando a lo nuevo por nacer.

Queremos plantearles que, para concretar todos los objetivos propuestos, pensamos a la Universidad como un lugar activo de construcción política asentada en el conocimiento, en la ciencia, en la verificación, en el descubrimiento para encontrar los caminos de acción que permitan canalizar con más posibilidades de triunfo los esfuerzos que espontánea y empíricamente están haciendo numerosos sectores sociales en toda América Latina. No creemos que la historia la hagan sólo los universitarios. Pero también nosotros, y desde nuestro lugar tenemos que jugar una parte. No podemos dedicarnos a disecar sociedades muertas para estudiar qué pasó como académicos puros. Nosotros los intelectuales sin siquiera advertirlo, nos hacemos eco del fin de la historia, del posibilismo y nos quedamos al margen de la historia viva cuando hacemos análisis academicistas o procuramos sólo salidas individuales. No censuramos a quienes no ven el final del túnel. Sino a quienes pudiendo verlo, lo tapan, escamotean lo que saben que la ciencia ha descubierto. ¡Qué oportunidad tenemos los científicos para meternos con pies y todo a desentrañar esto que parece un monstruo de siete cabezas si pudiéramos valorar en su justa medida que hay millones de cabezas y el doble de manos que están dispuestos a meterse en la historia cuando encuentren un sentido!

Estas Jornadas tienen una estructura original, distinta a las que se acostumbran. Pretendimos que se aporten ideas, fundamentadas, como base para el debate, la reflexión desde compartir el objetivo político mencionado. Esperamos que todos avancemos un poco más, que podamos salir de estos dos días de trabajo autoridades, estudiantes, docentes investigadores, profesionales de distintas áreas, con un sentimiento de solidaridad con el pueblo, con una mayor conciencia de que somos portadores de un saber acumulado por la humanidad y que tenemos condiciones para hacerlo crecer y ponerlo al servicio de los pueblos, si avanzamos con fuerza en construir una fuerte corriente o movimiento de los universitarios compenetrados con la necesidad de progreso social.

No tenemos, no hay recetas, la historia no se repite. Sin embargo tenemos una certeza: sabemos que hay puntos negros que el conocimiento debe echar luz. Porque recuperamos la actitud del científico vamos por un camino de búsquedas como un biólogo o un astrónomo.

Estas Jornadas no tienen otras pretensiones. Simplemente queremos plantear que es necesario meterse en el campo de batalla de las ideas. Hasta ahora los universitarios hemos dejado andar mucho camino a las ideas incorrectas, a las modas deformantes, elitistas, hipócritas, falsas y falaces. Ahora se trata de organizarnos quienes estamos dispuestos a entrar en el campo de batalla con conciencia, con ciencia con capacidad organizativa y dar una batalla desde adentro de nuestras cabezas, desde las cátedras, los planes de estudio, contra las ideas que sostienen los intelectuales del sistema. Elevar el nivel de estudio y de trabajo. La calidad de la vida humana no se puede medir sólo por la cantidad de bienes que podemos comprar o vender; depende en gran medida del compromiso consciente que asumamos como parte de la sociedad.

Todos bienvenidos a esta casa de estudios, a nuestra ciudad, a nuestro país. Los invitamos a reconocernos en el debate franco, abierto, sin fronteras, serio con compromiso de aportar al conocimiento; como parte de una experiencia monumental que es este duro pero fascinante oficio de hacer la historia de cada día para cada uno como parte de todos los demás.

Irma Antognazzi, Rosario 12 de octubre de 2000

No hay comentarios.: