Abogado, periodista, historiador, ensayista, Duhalde fue un incansable defensor de presos políticos durante las sucesivas dictaduras. En el exilio aglutinó las denuncias contra la dictadura.
A los 72 años, en una clínica porteña donde estaba internado desde el mes de febrero, murió Eduardo Luis Duhalde. Hace un mes y medio había tenido que ser operado de urgencia por un aneurisma en la aorta abdominal, en el Sanatorio de la Providencia, donde ayer falleció por una complicación sufrida tras la intervención quirúrgica. Está siendo velado en la sede de la Secretaría de Derechos Humanos, ubicada en 25 de Mayo 544, y será inhumado a las 12 horas de hoy en el cementerio de la Chacarita.
Duhalde fue abogado, periodista e historiador; también, por un período relativamente corto, ocupó el cargo de juez, y desde mayo de 2003 había pasado a ocupar, en el Poder Ejecutivo, el timón de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. “Estoy ligado a los derechos humanos desde que me recibí de abogado, en el ’61”, definió en una de las entrevistas que le hicieron en el 2003, al asumir.
Su biografía tuvo que ver con la historia de la militancia de los últimos 50 años, desde la resistencia de fines de los ’60 a las luchas por el juicio y castigo por los crímenes de la última dictadura.
Duhalde había entrado con sólo 16 años a la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Su militancia más temprana estuvo vinculada con el peronismo de base. En los ’70, a medida que la represión de los gobiernos militares avanzaba hacia lo que sería el terrorismo de Estado, se convirtió en uno de los pocos abogados que se animaban a defender presos políticos.
Con su socio Rodolfo Ortega Peña estaban a cargo de la defensa de cerca de trescientos presos políticos cuando, en agosto de 1972, ocurrió la fuga de Trelew y el posterior fusilamiento de dieciséis prisioneros. Duhalde y Ortega Peña, junto con otros abogados, hicieron infructuosas gestiones contra reloj para salvarles la vida, por las que ellos mismos fueron detenidos y amenazados con ser fusilados. Aun así, lograron denunciar la masacre y aportar al proceso por el cual en mayo de 1973 el régimen de Lanusse debió entregar el gobierno.
Ortega Peña sería asesinado en 1974 en Buenos Aires por la Triple A y para Duhalde vendría el tiempo del exilio. La dictadura le incautó sus bienes. En España, Duhalde participó de la Comisión Argentina de Derechos Humanos (Cadhu), que recibía en el exterior denuncias sobre los secuestros y las desapariciones que ocurrían en el país. La Cadhu se ocupó de hacer conocer la situación argentina en los foros internacionales, difundiendo los testimonios de los sobrevivientes que habían conseguido escapar de los centros clandestinos de detención. En 1983, cuando la dictadura terminó, Duhalde publicó El Estado terrorista, un libro que fue el primero en analizar y sistematizar el funcionamiento del terrorismo de Estado, antes de la formación de la Conadep y la redacción del Nunca Más.
De regreso a Buenos Aires dirigió el diario Sur. Duhalde siempre habló bien de aquella experiencia y les decía a los periodistas que lo entrevistaban que alguna vez iba a volver a dirigir un diario.
Como juez, a finales de los ’90, estuvo al frente del primer juicio oral contra un funcionario acusado de corrupción, el caso del ex titular del Concejo Deliberante porteño José Manuel Pico. El ex concejal había armado una red de tráfico de influencias por la cual habilitaban la construcción de edificios en zonas sin autorización, con lo que habían perjudicado a cientos de personas que se quedaron sin casa ni ahorros. Duhalde era camarista de los Tribunales Orales en lo Criminal de la Capital Federal, tribunal que dictó la primera condena de su tipo.
En el 2003 renunció a su cargo en la Justicia para dedicarse a acompañar la candidatura de Néstor Kirchner, que tras asumir la presidencia lo designó secretario de Derechos Humanos. Desde allí, Duhalde trabajaría por la inconstitucionalidad de las leyes de punto final y obediencia debida, y más tarde sería uno de los impulsores de los juicios contra los represores. La secretaría actúa como querellante en muchas de las causas abiertas y el propio Duhalde fue personalmente testigo en el primer juicio a Luciano Benjamín Menéndez, jefe del Primer Cuerpo de Ejército durante la dictadura. Antes de que se abriera la posibilidad de los juicios en el país, había testificado en el juicio de Roma, convencido de la necesidad de una Justicia universal.
Ayer, cuando se conoció la noticia de su muerte, figuras de los organismos de derechos humanos y del ámbito político hablaron de su pérdida y, por sobre todo, reconocieron su aporte a la construcción del Estado de Derecho. Desde Abuelas de Plaza de Mayo despidieron “con mucha tristeza” a Duhalde y recordaron que él “siempre contribuyó solidariamente a la búsqueda de nuestros nietos”. También en la Asociación Madres de Plaza de Mayo, que preside Hebe de Bonafini, hablaron de un profundo dolor: “El compañero peleó por su vida durante muchos días, como él sabía hacerlo desde que decidió ser abogado de los presos políticos en los momentos más difíciles de la vida política argentina”.