Teoría del conocimiento, "Historia Verdadera" y neutralidad político-ideológica, un artículo de M. Moncada Fonseca

Publicamos a continuación un ensayo de Manuel Moncada Fonseca(1), titulado "Teoría del conocimiento, 'Historia Verdadera' y neutralidad político-ideológica". El ensayo hecha luz, desde el análisis materialista dialéctico, sobre los debates acerca de la tan mentada neutralidad, no sólo en las ciencias, si no también los medios de comunicación.




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Teoría del conocimiento, "Historia Verdadera" y neutralidad político-ideológica
Manuel Moncada Fonseca


I. Soberanía, no soberanía, limitación e ilimitación del pensamiento y conocimiento humano

Antes de hacer referencia a lo que se ha llamado “Historia Verdadera” como algo que se revela de una vez y para siempre, haremos una breve referencia a la concepción leninista del conocimiento humano y su capacidad cognoscitiva. 


Lenin exponía que el pensamiento humano es, al mismo tiempo, soberano y no soberano, y su capacidad cognoscitiva limitada e limitada. Soberano e ilimitado por su naturaleza, vocación, posibilidad y meta histórica final; y no soberano y limitado por la ejecución concreta y “la realidad de cada caso.”

Por su naturaleza, expone, el pensamiento humano puede proporcionar y proporciona la verdad absoluta, pero la “que resulta de la suma de verdades relativas”, y no aquella que nace de una apreciación errónea de la realidad objetiva, derivada, a su vez, de una comprensión metafísica de la misma.


Y siguiendo a Engels y a Dietzgen, añade: “…para el materialismo dialéctico no hay una línea infranqueable de demarcación entre la verdad relativa y la verdad absoluta.” [1].


Para que las cosas queden completamente claras y no se presten a equívocos innecesarios, sostiene: “La dialéctica materialista de Marx y Engels comprende ciertamente el relativismo, pero no se reduce a él, es decir, reconoce la relatividad de todos nuestros conocimientos, no en el sentido de la negación de la verdad objetiva, sino en el sentido del condicionamiento histórico de los límites de la aproximación de nuestro conocimiento a esta verdad.” [2]


El relativismo del que habla Lenin no guarda relación alguna con aquella máxima de Protágoras que reza: “El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en tanto que son, y de las que no son en tanto que no son”. Es que el hombre al que Protágoras hacía referencia no era el hombre en general, como género humano, sino el hombre particular. De ahí que, según este filósofo de la escuela sofista, toda verdad es absolutamente relativa a cada hombre por separado. Más aún, al concebirla de esa forma, no la comprendía como reflejo del mundo real, cuya objetividad no negaba, sino como derivada de cada sujeto. [3]


El conocimiento y su capacidad cognoscitiva son productos históricos. Se les debe contemplar, consecuentemente, en movimiento y en dependencia de cada momento histórico. Viéndolos en un momento dado, resultan no soberanos y limitados; viéndolos en perspectiva resultan soberanos e ilimitados. Lo primero nos remite a la verdad relativa, la valedera para cada momento histórico; lo segundo, a la verdad absoluta que deriva de un pensamiento que junto al avance de la sociedad, lejos de estancarse y quedarse en una época, va reflejando dinámica y dialécticamente dicho avance y, gracias a ello, garantiza su perenne desarrollo, volviéndose soberano e ilimitado.


II. ¿Existe la Historia Verdadera?




La “Historia Verdadera” que se promete para cada nueva ocasión, es un completo desacierto, una vana pretensión, justamente porque cada vez que se asoma aparece negando rotundamente al conjunto de historias anteriores. Hay en ella, así, algo sospechoso que hace imaginar todas las historias concebidas como falsas. Mas, asumir esto sería profundamente erróneo, porque entonces no habría nada orientando nuestros pasos, y caminaríamos por completo a ciegas, hacia el abismo.


Dichosamente, la realidad, siendo multifacética y compleja, nos conduce, al someterla a estudio constante, más allá de estos planteos; muestra la dialéctica evolutiva de los procesos de la naturaleza, así como los de la sociedad y del pensamiento humano. En este sentido, la experiencia alecciona al ser humano, le muestra lo correcto o lo incorrecto de su proceder, aunque estos términos sean relativos.


Una advertencia necesaria


Siguiendo esta misma línea, aunque advertía que la acción depredadora del hombre sobre los recursos del medio ambiente provoca, tarde o temprano, la “venganza” de la naturaleza, Engels aportaba la solución para evitar que ello siguiera ocurriendo: se requiere, escribía, no sólo el conocimiento, sino también “transformar totalmente el régimen de producción vigente hasta ahora y, con él, todo nuestro orden social presente.” [4]


Esta reflexión de Engels nos parece muy a tono con la realidad que se vive en el mundo actual, amenazado, entre otras cosas, por el calentamiento global, el descongelamiento de los polos y glaciares, el agotamiento de los recursos energéticos; provocado, todo ello, por la irracionalidad consumista y productivista del sistema capitalista global; así como por su naturaleza profundamente explotadora, expoliadora, violenta e inhumana.


De esta suerte, salvar a la naturaleza y a todo lo viviente sobre nuestro planeta y, consecuentemente, poner a la misma al servicio de toda la humanidad, teniendo como premisa esencial la convivencia armónica con ella, requiere no sólo conocer lo que acontece en la misma y en la sociedad, hace falta, además, acabar con lo que, eufemísticamente, se llama sistema de libre empresa: el capitalismo.


Una expresión de agradecimiento


Mostrando una comprensión clara de la evolución dialéctica del conocimiento humano, en verdad por completo contrapuesta a la “Historia Verdadera” dada de una sóla vez, Aristóteles admitía la justedad de agradecer no sólo a los que emiten opiniones que se pueden compartir, sino también hacia los que siendo más superficiales, de todos modos, aportaron algo: su ejercicio preliminar preparó “nuestra capacidad de conocer. De hecho, de no haber aparecido Timoteo, no tendríamos gran parte de nuestra poesía lírica, y de no haber aparecido Frinis, tampoco habría aparecido Timoteo. Precisamente así ocurre con los que se pronunciaron en torno a la verdad, de ellos tomamos algunas doctrinas; otros fueron causas de que éstos aparecieran.” [5]


Como puede percibirse en las palabras de Aristóteles, gracias al esfuerzo de generaciones pasadas, el conocimiento se va acumulando y renovando gradualmente. Pero, además, aunque todo aprendizaje humano se somete al binomio ensayo-error, la relación opuesta entre la verdad y el error no es absoluta, salvo, como plantea Engels, dentro de un campo muy limitado. Significa que, colocadas fuera de este campo, dichas categorías lógicas se vuelven relativas y se transforman una en otra. [6] De esta forma, lo que es verdadero en un momento dado, en otro resulta falso, y viceversa.


¿Por qué la historia no puede ser en sí ni verdadera ni neutral?


La Historia no es, ni puede ser, concebida como absolutamente verdadera, no sólo porque siempre deba comprendérsele en un momento dado en el que, además, está de por medio el hecho que cada investigador que la somete a estudio se ve imposibilitado de abarcarla en todos sus aspectos [7], sino también porque, desde la sociedad esclavista hasta el presente, en la realidad social han interactuado e interactúan hombres que se confrontan en términos económicos, políticos, ideológicos, culturales, etcétera, que, por lo mismo, la conciben a partir de sus propios intereses. Significa que, aunque las posiciones maniqueas no deben ir de la mano del historiador, esto no atañe forzosamente a la posición político-ideológica que posea, la cual determina, en gran medida, su forma de concebir la historia. [8]


Y por más vueltas que se le quiera dar al asunto para encontrar a un estudioso del pasado adoptando un plano neutro, un esfuerzo semejante resulta siempre inefectivo y, además, reaccionario, porque pretende forzar una sóla visión del pasado o enredar las cosas, negando la posibilidad de conocerlo y, sobre todo, de transformar radicalmente el presente, lo que igualmente responde a una posición de clase. Propiamente, la de una clase, la burguesía local e internacionalmente contemplada, que le teme al futuro porque no ve en él la continuidad de su inmenso poder actual, preservado con engaños, demagogia, corrupción de toda índole y, sobre todo, con la violencia y el terror crecientes que impone a los pueblos del mundo, lo que incluye el exterminio masivo de personas. Esto último a partir, como acota Manuel Freytas, de que las “masas, que se multiplican por las periferias de Asia, África y América Latina, no reúnen los estándares del consumo básico (supervivencia mínima) que requiere la estructura funcional del sistema [capitalista] para generar rentabilidad y nuevos ciclos de concentración de activos empresariales y fortunas personales.” [9]


Estamos, así, ante una historia que posee y poseerá siempre naturaleza objetivo-subjetiva; lo que nos coloca frente a su carácter contradictorio y a su complejidad, en tanto que en ella confluyen un conjunto de factores disímiles en los que juega lo objetivo y lo subjetivo; lo verdadero y lo falso; las condiciones circundantes y la influencia recíproca que el género humano ejerce en ellas; lo que motiva a las personas a pensar u obrar de un modo u otro; lo que las conduce a la verdad o la mentira; los diversos sentimientos que en ellas afloran; lo que las impulsa a la acción o a la inacción y el sentido u orientación que éstas posean; los valores que sustentan de uno u otro signo; las versiones que poseen sobre los acontecimientos que las rodean, etc. Al historiador debe interesarle todo esto y más.


En esta línea, Antonio Torres Montenegro sostiene: “Las diversas fuentes ya no se estiman fuentes verdaderas o falsas del pasado. Mas bien representan la forma en que grupos determinados, segmentos y clases sociales se permitieron pensar, sentir, soñar, desear, determinados acontecimientos, algunas experiencias, ciertos períodos.” [10]


De esta suerte, plantearse como meta la confección de una “Historia Verdadera”, lejos de permitirle al que la asume alzarse en un plano científico, lo conduce al inmovilismo. Y su estudio pierde sentido y fuerza real. En otras palabras, al historiador le interesa estudiar, o le debe interesar -si quiere en verdad hacer historia-, conocer las diversas versiones que alrededor de uno o más hechos históricos tenga a su alcance.


Sólo así puede, en verdad, hablar con propiedad sobre aquéllos hechos que convierte o convierta en su objeto de estudio; mas no para salir con la necedad de que ha llegado a revelar la “Verdadera Historia” como tal, sino para acercarse a esa verdad histórica que no está anclada en un sólo momento, sino distribuida en el horizonte ininterrumpido de la evolución social; y a sabiendas de que su versión del pasado, o del mismo presente, responde siempre, de una u otra forma, a uno u otro interés de clase.


Considerando lo anterior, es ingenuo pensar que la historia se escribe, difunde y enseña con un propósito culturalista; como respondiendo a un fin en sí mismo y sin conexión alguna con la contemporaneidad. Es poco lo que se hace por ella cuando se le enfoca de esta forma o cuando responde, digamos, a un mero proyecto de desarrollo comunal si la fuerza que financie su estudio la obliga a desenchufarse del fondo nacional, regional o mundial y de las contradicciones que en él se desenvuelven.


Como puede percibirse, no tiene objeto presentarse ante el público como historiador de lo verdadero en sí mismo; como científico social por completo objetivo, absolutamente profesional y, por ende, por encima del bien y del mal. No debe soslayarse que la misma moral debe entenderse de acuerdo a la época histórica y a los intereses de clase sustentados.


III. ¿Qué hay detrás de cada “Historia Verdadera”?

 

Bernal Díaz del Castillo y su Historia Verdadera de la conquista de Nueva España

Bernal Díaz del Castillo (1496-1584), cronista de la época colonial, prometió presentarle al público de todos los tiempos, si partimos del nombre que diera a su obra, la Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España (hoy México), publicada póstumamente en 1632. Sin embargo, lo que en verdad lo movió a narrar la conquista de este territorio americano no fue, en modo alguno, la intención de ofrecer los hechos acaecidos como verdades absolutas que, de fondo, es la pretensión que se escuda tras lo que se denomina “Historia Verdadera”, sino como él mismo confiesa:

“Mi intento desde que comencé a hacer mi relación no fue sino para escribir nuestros heroicos hechos e hazañas de los que pasamos con Cortés, para que agora se vean y se descubran muy claramente quiénes fueron los valerosos capitanes y fuertes soldados que ganamos esta parte del Nuevo Mundo y no se refiera la honra de todos a un solo capitán; porque no hay memoria de ninguno de nosotros en los libros y memorias que están escritos, y sólo el marqués Cortés dicen en esos libros que es el que lo descubrió y lo conquistó, y los capitanes y soldados que lo ganamos quedamos en blanco, sin haber memoria de nuestra personas y conquistas, que por sublimar a un solo capitán quieren deshacer a muchos.” [11]

En este sentido, su Historia de la conquista de México fue contrapuesta a la escrita por Francisco López de Gómora, Historia General de las Indias, en la que este otro cronista se desata, según Bernal Díaz del Castillo, en alabanzas a Hernán Cortés “y calla y encubre” “las hazañas de los soldados”. Días del Castillo “escribió una Historia verdadera como prueba de sus servicios a la corona, para así exigir recompensas.” [12]

Las razones de Squier para atacar la influencia inglesa en América Latina



Ejemplo muy ilustrativo de lo expresado en torno a las razones de fondo por las cuales una o más personas actúan de un modo distinto al que prometen o parecen declarar, nos lo da George Squier (1821-1888), quien a mediados del siglo XIX estuvo en Nicaragua como primer diplomático de Estados Unidos en nuestra nación. Squier estimaba que “los desórdenes ocurridos en las repúblicas hispanoamericanos no deben imputarse tanto a las insensatas pasiones de su propia gente como a la injerencia extranjera, y a las adversas circunstancias que las rodean” [13], lo que contrasta con la posición sostenida, por ejemplo, por el conservador Carlos Cuadra Pasos, quien atribuía a los conflictos internos la causa esencial de las desgracias de la nación nicaragüense. [14]


Squier atacaba la influencia inglesa en Centroamérica, particularmente en la Costa Atlántica de Nicaragua, en la que súbditos de Inglaterra se arrogaron el derecho de asumir funciones municipales y administrativas. Pero lo hacía porque defendía la idea de que fuera su país el que estableciera su influencia en el ámbito del continente americano.


En nombre de Estados Unidos, criticaba a Inglaterra su injerencia en Latinoamérica, pero, ¿los “principios” de los cuales se valieron los ingleses para apoderarse de la Costa Atlántica de Nicaragua no fueron, acaso, los mismos que, unos años después de la visita de Squier, esgrimiría William Walker para ocupar Nicaragua y proclamarse su presidente con el apoyo de las administraciones estadounidenses de Pierce y Buchanan? [15]


¿Cuál era, pues, el trasfondo de la crítica de Squier al dominio inglés sino el hecho real de que Inglaterra le disputaba a Estados Unidos el dominio en América Latina?


Una precisión

Ahora bien, hay que distinguir entre la falsificación o la autenticidad de un hecho histórico particular y un proceso histórico -en el que se sumerge el primero-, que ya no tiene nada que ver con lo que ufanamente se estima “Historia Verdadera”.


Venga al caso una nueva ilustración de lo expresado:


Un cibernauta se queja en la red porque la película de Disney “Pocahontas” “nada tiene que ver con la verdadera historia de Pocahontas…” Aduce que Disney presenta a la princesa como alguien que permaneció al lado “de su pueblo y sus costumbres porque aquel era su sitio”, lo que, a su entender, no está en correspondencia con los hechos reales. [16]


Sin embargo, una cosa es la autenticidad o no de un hecho histórico particular, en este caso, el de si Pocahontas abandonó o no a su tribu, y otra, el proceso histórico de la conquista del territorio que sirvió de base a la conformación de lo que, a partir de su independencia, proclamada el 4 de julio de 1776, se comenzó a llamar Estados Unidos de América.


La valoración histórica de este proceso, en tanto que enfrentaba a una metrópoli y su colonia, se ha reflejado siempre como una valoración de muy diversos tintes político-ideológicos, lo que incluye versiones por entero contrapuestas. Pero acá las cosas no guardan relación alguna con una historia verdadera o con una falsa.


El hecho histórico particular puede estimarse verdadero o falso; en cambio, la historia, en la que se contienen múltiples hechos particulares que se entrelazan de manera compleja, no. Acá interviene ya no lo verdadero o lo falso, sino el enfoque, la interpretación de lo histórico, aunque la deformación de lo particular pueda responder a un interés, por lo común, político-ideológico.


¿Qué empujó a Abraham Lincoln a abolir la esclavitud en EEUU?




Al igual que la independencia de Centroamérica en 1821 y la abolición del régimen de servidumbre en Rusia en 1861, la abolición de la esclavitud en EEUU en 1865, respondió a la voluntad política de los de arriba de impedir que semejante cambio fuera el corolario de una rebelión de los de abajo, en este caso, de los esclavos. Quiere decir que Abraham Lincoln (1809-1865), como revela el recién fallecido historiador estadounidense Howard Zinn, al decidir la manumisión de los esclavos no hizo sino responder a los términos de los blancos, y sólo cuando ello se constituyó en una exigencia de las necesidades económicas y políticas de la cúpula empresarial del Norte.


No debe así sorprender que el humanismo en Lincoln fuera simple retórica. En realidad, la abolición de la esclavitud no llegó a ocupar el primer lugar en su lista de prioridades. Y, aún y cuando admitía que la esclavitud era injusta y una mala política, consideraba que su abolición sería aún más perjudicial. En agosto de 1856, justamente después de que en campaña declarara que había que superar el racismo y unir a todos los estadounidenses como un sólo pueblo, declaró en Charleston, al sur de Illinois, que no estaba y nunca había estado “a favor de equiparar social y políticamente a las razas blanca y negra” y que tampoco estaba ni estaría nunca “a favor de dejar votar ni dejar formar parte de los jurados a los negros, ni de permitirles ocupar puestos en la administración, ni de casarse con blancos.” [17]


“Historia Verdadera” y positivismo


De fondo, la idea de una historia verdadera es de corte positivista.


Según Leopold Ranke (1795-1886), autor entre otras obras de Historia de los pueblos Romanos y Germanos (1.494-1.514), se debe recurrir a los documentos para saber, a ciencia cierta, lo que ha ocurrido. Para él, no existía “una teoría histórica, con esquemas previos que imponga el pasado”. Si de hablar se trata, planteaba, era el pasado y no el historiador el que debía hacerlo. A su entender, el compromiso del historiador es escribir la historia “como realmente fue”. No creyó así, supuestamente, “en teorías generales que pudieran cortar el tiempo y el espacio.”

Su planteo de que el historiador se limite a escribir la historia tal como es, deja a éste fuera de toda interpretación de la misma. “Pero ni la objetividad, ni la neutralidad, ni la imparcialidad son posibles de manera absoluta.” Ejemplo palpable de ello fue el mismo Ranke, no sólo porque seleccionara “los hechos más relevantes” o porque hiciera juicios de valor [18], sino también porque consciente y deliberadamente, como acusa Josep Fontana, identificaba los conceptos “estado” y “nación”, con lo que hacía reverencia al poder reaccionario y porque toda su obra la destinó a atacar a la revolución y las ideas progresistas. [19]

¿Quién ganó la Segunda Guerra Mundial?


Al historiador comprometido le interesa, desde luego, construir la historia en correspondencia plena con los hechos históricos acaecidos. Pero, como ya quedó expresado, una cosa es la veracidad de un hecho histórico particular y otra la interpretación que se dé al conjunto de hechos de un proceso histórico dado en el cual se inserta aquél.


Es un hecho suficientemente documentado que el ganador de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) fue la ex Unión Soviética y no EEUU. Mas este país y sus liados, sobre todo de Europa, se han empeñado y se empeñan en sostener lo contrario. Así las cosas, un documental en Power Point que ha circulado ampliamente en Internet, del conjunto de grandes personajes de este conflicto bélico, resalta la figura del general estadounidense D.D. Eisenhower (1890-1969), quien fuera entonces Comandante Supremo de las Fuerzas Aliadas. No casualmente, en la misma línea, ese documental presenta a los soldados estadounidenses como los grandes libertadores de Europa.


Respondiendo a esta visión de la Segunda Guerra Mundial, el cubano Felipe de J. Pérez Cruz, pregunta si fue Eisenhower el comandante supremo del Ejército Rojo, mismo que liberó las dos terceras partes de Europa, derrotó al Sexto Ejército Alemán el 1º de febrero de 1943, lo cual produjo el punto de inflexión que determinó el curso de toda la segunda guerra mundial; el que en el preciso momento en que se estaba abriendo (por cierto con mucha demora) el segundo frente (6 de junio de 1944), estaba arrojando “a los nazis de los últimos bastiones de resistencia en el suelo invadido de su patria”; el que conjuntamente con los guerrilleros de los países europeos que fueron ocupados por la Alemania hitleriana, liberaron Kiev, las estratégicas regiones de Odesa y Crimea, en Ucrania; las que vencieron a las fuerzas fascistas que ocuparon los países bálticos; lanzaron una ofensiva masiva al este de Bielorrusia, destruyeron el Centro del Grupo del Ejército Alemán y avanzaron hacia el oeste, hasta el río Vístula frente a Varsovia, en el centro de Polonia; combatían en Rumania y liberaron vastos territorios de Yugoslavia. Por si lo dicho fuera poco, el pueblo soviético sufrió unos 27 millones de muertos, 91,5 veces más que estadounidenses, 69 veces más que ingleses y 33,3 veces más que franceses. [20]


IV. Aníbal Ponce sobre la naturaleza clasista de la educación



No sólo la historia refleja posiciones clasistas determinadas, igual ocurre prácticamente con todas las ciencias sociales y las humanidades, así como con todo tipo de instituciones. Detengámonos brevemente en este tópico:


Aníbal Ponce (1898-1938), ensayista, psicólogo, profesor y político argentino [21], en su obra Educación y Lucha de Clases, demuestra que, a lo largo de la historia, la educación nunca ha sido un instrumento inocuo, alejado tajantemente de la confrontación entre las clases sociales y, por tanto, de los conflictos económicos, políticos, ideológicos y culturales que la expresan.


Sólo en la Comunidad Primitiva las cosas se definieron alejadas de la lucha de clases, porque la explotación del hombre por el hombre y el estado, como instrumento de dominio de una clase sobre otra, no existieron. En ella la educación respondía a las necesidades de todas las personas sin excepción: “la enseñanza era para la vida por medio de la vida”; los castigos durante el aprendizaje de los niños nunca se aplicaron; a ellos se les dejaba crecer con sus cualidades y defectos.


Durante el esclavismo, al esclavo se le educaba para obedecer ciega e incondicionalmente al amo. La comedia de Plauto, Los cautivos, sintetiza la educación al mismo con estas palabras, expresadas por un esclavo de confianza: “Un amo no se equivoca nunca; y hasta el mal que nos hace debemos encontrarlo bien”.


Durante el feudalismo, en las escuelas monásticas, únicas a las que podían concurrir las masas, el objetivo de la educación no consistía en enseñar a leer y escribir, en instruir, sino en familiarizar a los explotados en las doctrinas cristianas para inculcarles la docilidad y el conformismo.


La educación del hombre burgués mantuvo la tónica anterior desde el mismo nacimiento del modo de producción capitalista. “Al Señor Todo el Mundo -escribía Martín Lutero (1483-1546) refiriéndose al pueblo- se le debe empujar corporalmente a trabajar y a cumplir sus deberes piadosos, como se tiene a las bestias salvajes en prisión y encadenadas”. Por algo el protestantismo, del cual fue padre Lutero, como religión de la burguesía, llamaba a educar a las clases privilegiadas y a no abandonar a los explotados.


Voltaire (1694-1778), por su lado, como ideólogo de la alta burguesía, llamó al rey de Prusia a destruir la religión, a la que llamaba “superstición infame”, en la “gente de bien”, pero conservándola para “la canalla” [el pueblo] “indigna de ser esclarecida y para la cual todos los yugos son buenos.” Diderot (1713-1784), intérprete, a su vez, de los intereses de lo artesanos y obreros, estaba claro que la nobleza se había opuesto a la instrucción de los paisanos, porque es más difícil explotar al paisano alfabetizado que al analfabeto, anotaba.


Mas el desarrollo del capitalismo impuso más tarde la necesidad de instruir a las masas con el fin de que asimilaran las nuevas técnicas productivas aunque, por otro lado, la burguesía temió que esa instrucción las volviera “cada día menos asustadizas y opacadas”.


Ponce concluye que, históricamente, “la educación es el procedimiento mediante el cual las clases dominantes preparan en la mentalidad y la conducta de los niños las condiciones fundamentales de su propia existencia.” [22]


La “desideologización” de las Universidades de hoy


Obsérvese, así sea por encima, a muchas instituciones educativas del mundo y se constatará que responden, aunque se estimen apolíticas y desideologizadas, a los intereses de las grandes transnacionales y a los de los oligarcas locales correspondientes.


Muchas sueñan con volverse empresas, no dicen privadas, pero se trata exactamente de eso. Ciertas se privatizan abiertamente; otras lo hacen con disimulo.


Algunas enredan las cosas a partir, por ejemplo, de que las universidades cubanas establecen estrechos contactos con las empresas de su país, de indiscutible carácter socialista, para hacer lo propio en realidades donde las empresas son aplastantemente privadas.


Unas siguen al pie de la letra el Plan Bolonia, invención de las grandes transnacionales que busca mercantilizar la educación en todo el mundo [23]; otras se ven seducidas por sus postulados esenciales.


A muchísimas, les encanta la palabreja “competitividad”, ocurrencia del mercado para inculcar el individualismo en todo su esplendor y la guerra de todos contra todos, pero no lo perciben o no lo quieren percibir de esa manera.


Y, con todo, se empeñan en llamarse instituciones de educación superior alejadas de los asuntos políticos.


V. El periodismo y la neutralidad




Traemos ahora a colación el siguiente señalamiento que hace el periodista Pascual Serrano refiriéndose, justamente, al tema de la pretendida neutralidad, sólo que, en este caso, en el campo periodístico:


“El discurso de la neutralidad se utiliza inteligentemente desde los medios de comunicación neoliberales. Basta con observar los nombres con los que gustan denominarse en sus cabeceras: El Imparcial, Informaciones, ABC, La Nación , El Mundo, El País, La Razón. Todos son asépticos y neutrales, como desean que creamos que son sus contenidos. Su celo por aparentar ausencia de ideología les lleva incluso a prohibir a sus periodistas que tengan ideas hasta fuera de la redacción, en su vida privada.” [24]

Dos titulares de CNN, en su edición del 22 de abril llamaron nuestra atención:

Uno decía: “El misterio del asesinato de periodistas en Honduras”. Así, lo que para cualquier persona informada y sensible ante la suerte de los pueblos no puede verse como un misterio porque está claro de que es el régimen golpista el que está persiguiendo, encarcelando, torturando y asesinando a los representantes del pueblo hondureño, para CNN resulta un “misterio”. Igual proceder tienen los periodistas de la derecha en Nicaragua, quienes de forma olímpica declaran “superado” el golpe militar en Honduras.

Como denuncia Vicky Peláez, tan sólo en marzo, cinco periodistas que no pertenecían a la resistencia fueron asesinados por atreverse a denunciar la corrupción y la injusticia que reina en esta nación centroamericana. “Todos fueron acribillados en el interior de sus vehículos con AK-47 y Lobo dice que fue ajuste de narcotraficantes.” [25]

¿Habrá acaso neutralidad en los puntos de vista que ven normalidad donde no la hay? Peor aún, ¿puede haberla en lo que escribe, para justificar a los golpistas, Reinhold Niebuhr, el intelectual preferido por Obama?: “decir que el uso de la fuerza en la democracia a veces puede ser necesario, no significa cinismo sino el reconocimiento de la historia, los defectos del hombre y los límites de su razón”. [26]

Volviendo a la CNN , si lo del asesinato de periodistas en Honduras le parece un “misterio”, para tratar lo que ocurre en Argentina, donde gobiernan fuerzas progresistas que no responden a los intereses yanquis, otro titular suyo reza: “La prensa en medio de la polarización en Argentina”, señalando de paso que El Clarín, un medio atado a los intereses de la oligarquía de este país sudamericano y a los del imperio, se defiende del gobierno.

Recapitulando digamos lo siguiente:

La historia, la educación, el periodismo o cualquier otra profesión, como algo neutral o imparcial son una quimera, algo existente sólo en la mentalidad de los ideólogos del sistema capitalista, que inventan respondiendo a la necesidad clasista de presentar su visión como la única valedera, seria, objetiva y científica; y la “Verdadera Historia”, como algo que se revela de una vez y para siempre, es antihistórica, antidialéctica y anticientífica, porque niega la naturaleza cambiante y contradictoria del mundo material y social, así como el condicionamiento histórico-concreto de los procesos que tienen lugar en la sociedad.

Notas:

[1]. V.I. Lenin. Materialismo y empirocriticismo. Editorial Progreso. Moscú. 1974. pp. 135-136.
[2]. Ibíd. p. 138.
[3] . Dzhojadzhe, D.V. Etapas fundamentales del desarrollo de la antigua filosofía. Editorial Nauka, 1977. pp. 69-75.
[4]. Engels, Federico. Dialéctica de la naturaleza. Editorial Grijalbo, S.A. México, 1961.pp. 151, 153.
[5]. Dzhojadzhe, D.V. Ob. cit. p. 124.
[6]. V.I. Lenin. Ob. cit. p. 135
[7]. Zhukov, E. Metodología de la Historia. Academia de Ciencias de la URSS. Redacción “Ciencias Sociales Contemporáneas”. Moscú1982. p. 192.
[8]. “La práctica de resignificar o no resignificar el pasado es indisociable de las luchas o de los combates de la historia en el presente. Entre tanto, aún hay que establecer una tercera variante en ese debate, entre resignificar la historia y congelar significados de la historia. Corresponde a las estrategias oficiales borrar, silenciar o negar la existencia de determinados acontecimientos, de determinadas prácticas o discursos históricos.” Saeculum. “Entrevista con Antonio Montenegro. Memorias, recorridos y reflexiones”. Revista Libre Pensamiento. Nº 69. Mayo de 2009. http://www.kbn.com.ar/userfiles/files/RLP%2069.pdf
[9]. Freytas, Manuel. “Incluidos y excluidos: Los hornos crematorios de "población sobrante".”http://www.iarnoticias.com/2010/secciones/contrainformacion/0025_exterm_...
[10] . Antonio Montenegro. “Oralidad, memoria e historia. Cuestiones metodológicas”. Revista Libre Pensamiento. Nº 70. Junio de 70. Junio de 2009.
[11]. Wikipedia. Bernal Díaz del Castillo Bernal Díaz del Castillo http://es.wikipedia.org/wiki/Bernal_D%C3%ADaz_del_Castillo
[12]. Wikipedia. “Historia verdadera de la conquista de la Nueva España ” http://es.wikipedia.org/wiki/Historia_verdadera_de_la_conquista_de_la_Nu...
[13]. Squier, E.G. Nicaragua, sus Gentes y Paisajes. Traducción de Luciano Cuadra. Editorial Nueva Nicaragua, 1989. pp. 16,59-60.
[14]. El asunto de cómo las disputas internas son presuntamente la causa final de los problemas de Nicaragua es, quizás, el punto más característico de la visión conservadora. Ello se expresaba prácticamente en todo. Según Cuadra Pasos, la tesis de Philander Knox (1853-1921), Secretario de Estado durante la presidencia de William Howard Taft, era que la paz y el orden son indispensables para la existencia de un régimen democrático, añadiendo que este hombre, formándose un concepto íntegro de lo que ocurría en Nicaragua, inició una política que si la hubiéramos comprendido habría sido de mucho provecho para el desarrollo del país. Pero como nuestra política, según él, consiste en recurrir siempre a la violencia, como método para la solución de los problemas, “fue parte para echar a perder los planes del secretario Knox”. Y gran parte de nuestras tristezas, señala el autor, siendo resultado de nuestras propias faltas, las disculpamos atribuyéndoselas al interventor extranjero. En esta visión conservadora que acaba de dársenos, aparece nítido el mea culpa que la derecha nicaragüense más recalcitrante ha tenido sobre los problemas locales. Es una suerte de malinchismo que no sólo alaba al interventor sino que acusa a los semejantes de ser los únicos culpables del desorden y del caos imperante. La violencia, como puede apreciarse en la visión indicada, es un fenómeno interno. La intervención extranjera, por el contrario, encierra potencialmente el antídoto contra ella. Moncada Fonseca, Manuel. “Carlos Cuadra Pasos Un Ideólogo del Conservatismo y de la Intervención ”.http://www.euram.com.ni/pverdes/Articulos/manuel_moncada_fonseca_139.htm
[15]. Hurtado Chamorro, Alejandro. William Walker: Ideales y Propósitos. Granada, Nicaragua, Centro América, 1965. pp. 169-181
[16].La verdadera historia de la princesa india Pocahontas.
http://aikun.wordpress.com/2009/01/02/la-verdadera-historia-de-la-prince...
[17]. Zinn, Howard. La otra historia de los Estados Unidos. Siete Cuentos Editorial. New York. Marzo de 2001. pp. 138-139.
[18]. Leopold von Ranke. http://es.wikipedia.org/wiki/Leopold_von_Ranke.
[19]. Fontana, Josep. Historia. Análisis del pasado y proyección social. Crítica. Grupo editorial Grijalbo. Barcelona, 1982. p. 127-134.
[20]. Felipe de J. Pérez Cruz. De cómo se asesina la Historia de la II Guerra Mundial. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=1008810
[21] . Wikipedia. “Aníbal Ponce”. http://es.wikipedia.org/wiki/An%C3%ADbal_Ponce
[22]. Ponce, Aníbal. Educación y Lucha de clases. En Ponce, Aníbal. Obras. Casa de las América. La Habana , Cuba, 1975. pp. 39, 109, 120, 153-154, 169, 190, 211.
[23]. Al respecto consúltese: Moncada Fonseca, Manuel. “El utillaje del mundo académico, Bolonia y América Latina”. http://firgoa.usc.es/drupal/node/42418
[24]. Serrano, Pascual. “El periodista, la objetividad y el compromiso”. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=104387
[25]. Peláez, Vicky. “La tragedia en Honduras se hace grande”. http://www.lahaine.org/index.php?p=45039
[26]. Ibíd.







(1) Ingeniero. Docente e investigador de la Universidad Nacional Agraria de Nicaragua. UNA. Managua. Director del periódico digital: Revista Libre Pensamiento de la UNA de Nicaragua.

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