Como es de público conocimiento, Honduras sigue tomada por el gobierno de facto liderado por Micheletti, gobierno que se respalda en las fuerzas armadas insubordinadas y apátridas. Ayer, domingo 5 de julio, cuando Manuel Zelaya, legítimo presidente del pueblo hondureño, intentó retomar las riendas del ejecutivo, le impidieron su arribo a su patria y su pueblo. No sólo eso, si no que los militares golpistas, liderados por el "Héroe Nacional" Gral. Romeo Vázquez Velásquez desataron una feroz represión en el aeropuerto internacional de Tegucigalpa, con al menos dos muertos y decenas de heridos.
La situación hondureña no hace más que poner en evidencia las nuevas estrategias del poder financiero para desestabilizar las luchas de los pueblos por una sociedad diferente. Los tiempos han cambiado, es cierto: las luchas populares se inscriben el marco de una nueva y original forma de ejercer la democracia, que está en constante desarrollo. La democracia popular es el camino que están eligiendo y practicando nuestras sociedades en pos de conseguir cambios estructurales que trascienden, lógicamente, los límites de la democracia (neo)liberal. A lo largo de toda nuestra América Latina podemos ver ejemplos de esto; palpar las experiencias que se van acumulando; la aplicación, en muchos casos, de la ciencia de la historia para avanzar cada vez un poco menos a ciegas. Y un poco más bajo las luces de los conocimientos adquiridos y las ideas de las nuevas generaciones. Ya no es sólo Cuba: Venezuela, Ecuador, Bolivia, Paraguay, Nicaragua... y la lista se incrementa: El Salvador, Honduras... Experiencias sí, con distintos matices, con sus contradicciones, con características intrínsecas que vuelven a estos gobiernos y sus pueblos sujetos históricos particulares en una dinámica constante.
Frente a esto, el capital, el poder financiero no se queda rezagado. Los golpes militares que sufrimos especialmente los latinoamericanos/as durante los años sesenta, setenta y ochenta quedaron atrás. La historia, digámoslo una vez más, no se repite; no es un péndulo que viene y va. El golpe de Estado en Honduras no se inscribe en la tradición de golpes militares que mencionamos. Es una nueva estrategia imperialista, enmarcada en la no tan reciente tradición de golpes suaves, de neo golpismo. Estrategias que tienen una gorda pata en los medios masivos de comunicación.
Por esto, hoy, como nunca, como siempre, es necesario unir fuerzas. No sólo frente a la situación atroz hondureña: un enfrentamiento enconado como la historia jamás ha visto entre las fuerzas populares de Honduras y del resto de Latinoamérica, y el poder financiero y sus adalides. Enfrentamiento tal que hasta puso entre las cuerdas al presidente norteamericano Obama. Decimos, unidos no sólo frente al gobierno de facto en Honduras, sino muy especialmente frente al avance de grupos de derechas, reorganizados, atentos, que comienzan a desplegar distintos focos de desestabilización regional: el conflicto colombiano-ecuatoriano; las campañas mediáticas golpistas en Venezuela y Nicaragua; los lockouts patronales en Argentina, Paraguay, Bolivia; las corrientes separatistas xenófobas en Bolivia... Analizar y actuar, esa es -creemos- la consigna.
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